El Aguila
En estos días en los que la cuarentena nos mantiene en casa. Debiendo cambiar rutinas, hábitos y costumbres, recuerdo muchos días la fábula del águila.
No sé si es porque el coronavirus me ha pillado a punto de cumplir los 40 o porque el sentido común me dice que es hora de renovarnos.
Hay algo que procuro recordar cuando escucho un juicio, o me doy cuenta que estoy juzgando a alguien, y que Mar Romera expresa cuando comienza a contar historias.
“Con todo lo que las historias tienen de verdad y todo lo que tienen de mentira”
Aquí os dejo este tuneo personal de la fábula del águila.
Había una vez hace muchos muchos años en un lugar muy lejano uno de los animales más majestuosos del reino:el águila real.
Vivía feliz disfrutando del vuelo, del alimento que la tierra le proveía en esos días de primavera del mes de marzo. En los que las flores comienzan a resurgir del invierno y la vida se sentía más vida que nunca.
Pero poco a poco comenzó a sentirse triste y a darse cuenta, que su vuelo cada vez era más pesado, que sus garras no tenían la fuerza de otros años, que su pico no desgarraba las presas como antes. ¿Serán los cuarenta años?
Siempre nos han contado que los animales se mueven por instinto que no razonan. Pero aquella águila, pensó.
Pensó y sintió. Sobre todo, sintió que no soportaba más vivir así con ese pico largo y puntiagudo que le apuntaba al pecho, con esas alas envejecidas y pesadas por el grosor de sus plumas y con esas uñas apretadas y flexibles con las que no podía tomar a sus presas de las cuales se alimentaba.
¿Qué podía hacer?
Al hacerse aquella pregunta, la respuesta le llegó de su interior, como una clara y brillante idea.
Así que voló. Voló a la montaña más alta y construyó un nido junto a una buena roca, donde estar protegida sin necesidad de volar.
Y comenzó un proceso de renovación largo de unos ciento cincuenta días. En un nido cercano a un paredón, comenzó a golpear su pico largo y puntiagudo en la roca hasta conseguir arrancarlo. Después de ese momento doloroso, esperó el crecimiento de uno nuevo, con el que desprender una a una sus uñas. Cuando las nuevas uñas crecieron, desprendió sus viejas plumas y después de esos cinco duros meses de dolorosa renovación, el águila retomó su vuelo para poderes vivir otros muchos años más.
Ligera y fuerte como siempre debía haber estado.
Si no se hubiera dejado llevar por las prisas, la rutina, la apatía, la política o las imposiciones sociales que nos creamos…¡Ah no!, que no era eso, perdón.
El águila se renovó, reconstruyo y reencontró su esencia, pudiendo volar, segura y confiada, mas alto de lo que había logrado jamas, y feliz gracias a ser fiel a ella misma, a su instinto y su sabiduría interior.
Me encantan las historias, los cuentos y fábulas, por todo lo que se mueve y despiertan en mi interior. Así que con todo lo que las historias tienen de verdad y todo lo que tienen de mentira, ánimo con la cuarentena y que nos veamos pronto,